Los lunares son comunes y, en la mayoría de los casos, completamente benignos. Aparecen en distintas etapas de la vida y en múltiples formas: redondos, planos, elevados, más claros o más oscuros. Justamente por esa variedad, es fácil pasar por alto los cambios que podrían indicar algo más serio.
Aunque no todos los lunares son motivo de preocupación, hay ciertas señales que no deben ignorarse. Detectarlas a tiempo puede marcar una gran diferencia, especialmente cuando se trata de prevenir problemas mayores como el melanoma, un tipo de cáncer de piel que, si se identifica en sus primeras etapas, tiene un alto índice de curación.
Una forma sencilla de evaluar si un lunar merece una revisión profesional es aplicar la regla del ABCDE:
- A: Asimetría. Si divides el lunar a la mitad, ¿las dos partes se ven iguales? Si no, podría ser señal de alarma.
- B: Bordes. Los bordes deben ser definidos. Si están irregulares, borrosos o en zigzag, es señal de acudir con un especialista.
- C: Color. Un lunar benigno suele tener un color uniforme. Si notas varios tonos (negro, marrón, azul, rojo) en el mismo lunar, es mejor revisarlo.
- D: Diámetro. Si mide más de 6 mm (más o menos el tamaño de una goma de lápiz), conviene prestarle atención, aunque hay melanomas más pequeños.
- E: Evolución. Si el lunar cambia, ya sea de tamaño, forma, color o si empieza a picar o sangrar, no lo ignores.
De acuerdo con información proporcionada por Mayo Clinic, idealmente, deberíamos hacer una autoexploración cada tres o cuatro meses. Cuanto antes se detecte cualquier anormalidad, más fácil será actuar. Así que si un lunar te hace dudar, no lo dejes pasar.
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Referencias
