Acompañamiento psicológico para una enfermedad terminal

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Nacer, crecer, reproducirse y morir. Exceptuando “reproducirse”, todo lo demás nos sucede sin pedirlo, sin esforzarnos y sin darnos cuenta, en realidad, sin tener control para detenerlo, determinar la forma o el tiempo en el que transcurre.

De las primeras dos, no somos conscientes y simplemente suceden, la tercera en cambio requiere de mayor voluntad, no es obligatoria, pero de la cuarta, me atrevo a decir que ninguna persona en su sano juicio, o con una vida más o menos estable y equilibrada, despierta una mañana pensando “Quizá, hoy sea mi último día en la tierra”.

Nos han enseñado que de la muerte no hay que hablar, esta invisibilidad, bastante útil y de alguna forma sensata, nos anima a luchar, tener esperanza, a reponernos de las complejidades de la vida y descifrar de qué forma continuar, no solo preservando la vida, sino impulsándonos a buscar nuevos retos, en resumen, a seguir, siempre seguir. Si acaso llegamos a pensar en la muerte, la mayoría de nosotros quisiéramos vivirlo con el menor dolor y de la forma más rápida posible, en mi cama, dormido y en paz.

La realidad a veces dista un tanto de este deseo, existen miles de formas de partir, y no saberlo, es en realidad un descanso. Imaginemos por un momento, que todos fuéramos capaces de saber el día y las circunstancias en las cuales vamos a fallecer, viviríamos con una tremenda ansiedad y angustia a lo largo de la vida. Y si bien no podemos conocer cuándo o la forma, existe una condición donde, por un periodo de tiempo, es posible saber que esta última etapa está por venir, cuando se diagnostica una enfermedad terminal. Esta condición generó en alguna época que la pionera de la Tanatología, Elisabeth Kübler Ross, desarrollara la teoría del duelo y las fases que lo componen, siendo la raíz para otras teorías relacionadas y modelos de acompañamiento para el “buen morir”.

Tener un diagnóstico de enfermedad terminal, implica que en gran medida las condiciones de salud se irán mermando, bajo esta circunstancia, el dolor físico y emocional que vive principalmente la persona, pero también su familia, puede ser desbordante, no hay un conocimiento exacto de cómo va a suceder, pero el desenlace es inminente.

El principal objetivo de contar con acompañamiento psicológico es abrir un espacio seguro y libre de conversación, donde se puedan poner sobre la mesa los pensamientos y emociones que se desencadenan tras un diagnóstico de este tipo, la enfermedad terminal no solo afecta a quien lo padece, tiene un impacto en todos lo miembros del sistema y en todas las áreas. Cada familia es completamente diferente y existe una infinidad de variables que se combinan y generan las necesidades de acompañamiento por parte de un psicólogo, incluso, habrá familias a quienes no les parezca necesaria o útil esta intervención, pues atravesar un diagnóstico de este tipo, está extremamente vinculado con el significado que se tiene de la “vida”, las experiencias previas e historicidad familiar.

Es probable que haya integrantes de la familia que quieran contar con este apoyo, pero tal vez quien padece la enfermedad no quiera, o viceversa, en cualquier caso, será cada integrante de la familia quien decida si desea tener este tipo de acompañamiento, obligar o hacer sentir culpable a alguien para que lo tome es innecesario, contraproducente e ineficiente. La recomendación en todo caso es acudir con un psicólogo, solo así se podría apreciar si es viable o no.

En este espacio de conversación, quien padece la enfermedad, podría expresar libremente algunos cuestionamientos que le causen estrés, miedo, ansiedad o angustia, preguntas como, ¿Quién va a cuidar de mí?, ¿Tendré dolor físico?, ¿Debo callar lo que siento para que mi familia no se sienta más mal?, ¿Qué va a pasar con mis familiares una vez que yo no esté?, brindara la oportunidad de despedirse.

En el caso de la familia, este proceso de acompañamiento de ninguna manera busca dar consejos, o “enseñar” cómo debería de enfrentarse esta etapa terminal, el objetivo principal es que exista un espacio para validar los sentimientos que cada uno tenga, brindar contención, y solo en algunos casos, siempre y cuando la familia lo permita, poner a la vista comportamientos o ideas que lejos de sumar o promover un alivio emocional, pueden ser prejudiciales o innecesarios, por ejemplo, culpar a una persona por el estado de salud de quien padece la enfermedad terminal. Cuántas veces hemos escuchado decir que padecer cáncer puede ser el resultado de un dolor emocional del pasado no resuelto, si esto fuera cierto, el 90% de las personas desarrollaríamos una enfermedad terminal, no existe una sola persona que busque deliberadamente llegar a un diagnóstico de este tipo.

El cambio súbito que fuerza a un ser humano y su familia a tomar y enfrentar un nuevo camino derivado de un diagnóstico de una enfermedad terminal es doloroso, pero es posible transitarlo acompañado por un psicólogo, no por esto, que quien no lo haga, lo vivirá determinantemente peor, cada familia y situación es única e irrepetible.

Destinar tiempo para despedirse es una gran oportunidad, y si bien no hay forma de decir y descifrarlo todo, pues la vida misma no alcanzaría, asignar tiempo a través de este acompañamiento podría generar un acertado impacto en toda la reestructuración y despedida que se tiene que enfrentar.

Mtra. Nydia Vázquez Maldonado
Directora Recursos Humanos y Capacitación Asociación Necrológica Mexicana
Este artículo es una colaboración de contenido entre Plan Seguro y ANEMEX.

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